El ministro de Agricultura, Juan Camilo Restrepo, sostiene que su cartera cumplirá funciones de apoyo al grupo de negociadores que se sentará a dialogar con la guerrilla. / Archivo El ministro de Agricultura, Juan Camilo Restrepo, sostiene que su cartera cumplirá funciones de apoyo al grupo de negociadores que se sentará a dialogar con la guerrilla. / Archivo
Sin duda, el ministro de Agricultura, Juan Camilo Restrepo, es uno de los hombres clave del que el presidente Santos ha llamado “un gabinete para la paz”. Sobre los hombros de su cartera reposan dos políticas que aparecen en el Acuerdo general para la terminación del conflicto, firmado en La Habana (Cuba) por representantes del Gobierno y la guerrilla de las Farc: el desarrollo rural y la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras. Restrepo tiene muy claro que la solución al conflicto armado pasa, indefectiblemente, por enfrentar los problemas del agro, asunto que hoy tiene a Colombia como uno de los países más desiguales del mundo en materia agraria.
En el acuerdo para la terminación del conflicto aparecen dos temas muy fuertes que le competen a su cartera: el desarrollo agrario y la restitución de tierras a las víctimas. ¿Cómo se va a enfrentar ese reto?
La negociación propiamente dicha corresponde a los negociadores que han sido acreditados por las dos partes. Ellos son quienes comenzarán próximamente desde Oslo (Noruega) la discusión de la agenda que se ha señalado; pero no es sorprendente ver que los temas de la tierra y el desarrollo rural ocupan el primer lugar en la lista de la agenda. No es sorprendente porque todos los investigadores sociales e históricos de Colombia coinciden en que, en el fondo, el conflicto colombiano siempre ha estado asociado al problema de la tierra; además ha sido central en la visión de las Farc. La manera como se va a afrontar ese tema la tienen los negociadores en sus manos. Lo que puedo decir es que el Gobierno, aun antes de que comenzaran estas negociaciones con las Farc, estudió con mucho cuidado lo agrario. Tiene una política plasmada en el proyecto de ley de desarrollo rural, que se ha elaborado con los mejores especialistas en desarrollo rural y derecho agrario del país y es un material que estará a disposición de la mesa de negociación en Oslo y en La Habana.
No hay duda de que la distribución y la concentración de la tierra será uno de los aspectos a tratar en la agenda. ¿Hasta dónde está dispuesto el país a ceder en ese aspecto?
Aun antes de estas negociaciones, el Gobierno estaba persuadido de que esto es necesario. No porque se vaya a pactar con las Farc, sino porque desde el comienzo el gobierno Santos dijo que aquí hay un problema agrario delicado que tiene que ver con tres puntos: la alta concentración de las tierras y, simultáneamente, la excesiva microfundización de la propiedad agraria; es decir, hay dos fenómenos convergentes: la concentración que se dio por la acumulación de tierras del narcotráfico y un problema endémico de microfundización. Además, hay un fenómeno de creciente apropiación indebida de baldíos de tierras públicas. Esos son temas sobre los que seguramente habrá diferencias, pero también convergencias, en este proceso de negociación.
¿Qué estrategias se van a utilizar para revertir esa concentración?
Si queremos encontrar la paz hay que afrontar el problema agrario, que está en el corazón del conflicto colombiano. Para eso hay muchos instrumentos: hay que dotar de mayor cantidad de tierra a los campesinos; trabajar para formalizar la propiedad, que es muy informal en Colombia; recuperar terrenos baldíos que han sido indebidamente apropiados; poner a trabajar tierras que han sido decomisadas o incautadas a los narcotraficantes, Y hay que subsidiar la adquisición de tierras para los campesinos. También hay que utilizar figuras constitucionales que se han utilizado muy tímidamente, como la expropiación cuando no se haya utilizado debidamente la tierra. Y hay que acompañar todo esto con un gigantesco esfuerzo de desarrollo rural, de dotación de medios de producción, para que la economía campesina se incorpore a la modernidad.
¿El Gobierno siente que muchas de las peticiones de las Farc ya están incluidas en sus políticas?
El primer punto coincide con trabajos que el Gobierno ya viene elaborando. No quiere decir que eso vaya a ser aceptado ciento por ciento por las Farc, pero lo importante es que hay una materia prima sobre la mesa. En torno de eso habrá mucha discusión, muchas discrepancias, pero hay algo sobre qué trabajar. El Gobierno no llega a improvisar con este tema a la mesa de negociación.
El hecho de que el problema agrario sea uno de los puntos de la agenda es un reto muy grande para su cartera. ¿Siente mucha presión?
El Ministerio de Agricultura siente la responsabilidad y tiene el entusiasmo para contribuir en todo lo que corresponda a la mesa de diálogo. Tomamos la decisión de poner un grano de arena para la construcción de ese gran propósito nacional que es la búsqueda de la paz. Pero quien tiene que establecer las minucias, los pormenores o los matices de la negociación no es el Ministerio de Agricultura, sino los negociadores. A nosotros nos corresponde una labor de apoyo, más discreta que protagónica.
¿Los enemigos de la restitución de tierras son los mismos enemigos de la paz?
Puede que haya casos en que coincidan unos y otros, pero no creo que los desganados de la paz sean necesariamente los mismos que se apoderaron de la tierra a sangre y fuego.
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