SEMANA. Hace unos días salieron a la
luz unas imágenes inéditas de los Mashco-Piro, un grupo aislado que vive en el
Parque Nacional del Manú, al sureste de Perú. El arqueólogo español Diego
Cortijo pudo fotografiar a los indígenas porque durante los últimos años las
empresas madereras han invadido sus territorios y los han obligado a
desplazarse a las orillas del río Madre de Dios, donde son más vulnerables a
los observadores. Sin embargo, en otras ocasiones quienes han intentado
acercárseles han terminado muertos. Se cree, por ejemplo, que en noviembre
pasado los Mashco-Piro atacaron con flechas a un nativo que coincidencialmente
le dio posada a Cortijo durante su expedición, y quien desde hacía varios años
solía regalarles machetes y comida.
Esta
tribu es apenas una de las 100 no contactadas en el mundo que sobreviven como
nómadas y han sido identificadas por Survival International, una ONG dedicada a
defender los derechos de los pueblos aborígenes. "La mayoría se encuentra
en el Amazonas. En Brasil hay entre 40 y 60 grupos; en Perú, 15, y por lo menos
uno en Paraguay y otro en Bolivia. Los demás están en Papúa Nueva Guinea y en
las islas Andamán, en el océano Índico", dijo a SEMANA Rebecca Stenham,
activista de esa organización.
Hoy las principales amenazas que enfrentan van desde la tala ilegal de árboles
y la extracción de petróleo hasta la presencia de misioneros y la incursión de
grupos armados. Aunque hay quienes argumentan que el contacto es la única
manera de preservar la sabiduría ancestral de estas tribus, la realidad es muy
distinta. No solo se arriesgan a perder sus costumbres, sino que se vuelven más
propensas a enfermedades comunes porque no han desarrollado defensas y, en
algunos casos, se hacen dependientes de las comodidades modernas y los
subsidios estatales. Esto puede llegar a situaciones extremas. En Brasil, por
ejemplo, es legendaria la historia de un indígena misterioso que, tras la
extinción de su pueblo, se dedicó a cazar animales y atacar a los extraños.
Además, puede resultar muy peligroso pisar sus tierras. En el océano Índico los
sentineleses tienen fama de ser una de las tribus más agresivas del mundo y se
cree que han evitado el contacto con el exterior durante más de 60.000 años. La
foto más reciente que existe de ellos fue tomada poco después del tsunami que
golpeó las costas de Asia en 2004, cuando uno de sus miembros trató de
lanzarles flechas a los tripulantes de un helicóptero que estaba recorriendo la
zona. Se resisten tanto a los foráneos que, incluso, en 2006 asesinaron a dos
pescadores ilegales que navegaban cerca de la isla.
En el Amazonas brasileño los Flecheiros también son conocidos por ser unos
feroces arqueros. El periodista Scott Wallace publicó hace poco The Unconquered (Los
no conquistados), un libro en el que cuenta su travesía de tres meses por la
reserva natural Valle del Javari en compañía de Sydney Possuelo, un hombre que
ha dedicado toda su vida a proteger las comunidades aisladas de Brasil. Para
algunos, Possuelo es uno de los últimos 'sertanistas' -término que en portugués
se refiere a los exploradores que se internan en la selva en busca de tribus-
que quedan en el mundo. Es tal su arrojo que, además de haber contraído malaria
38 veces, en una ocasión fue rehén de un grupo de indígenas guerreros y, en
otra, estuvo a punto de morir a manos de colonos.
Guiado por ese instinto de aventura, Possuelo lideró en 2002 la expedición de
los Flecheiros con la ayuda de 34 nativos. "El objetivo era documentar la
presencia de ese pueblo en la zona, delinear el territorio que ocupan, mas no
contactarlos directamente", explicó Wallace a esta revista. Pese a que no
se encontraron frente a frente con ellos, estuvieron muy cerca. No solo
descubrieron huellas frescas, sino también algunos vestigios (máscaras
ceremoniales, veneno para flechas, una cerbatana, dardos…) de una aldea
abandonada recientemente. Por momentos sintieron que les respiraban en la nuca:
"El día en que desaparecieron dos de nuestros compañeros pensamos que los
indios los habían matado. Parecía que se estaban preparando para atacarnos
-recuerda Wallace-. Me entró un miedo profundo porque sabía que podía recibir
un flechazo en el pecho en cualquier momento". Por suerte los dos hombres
solo se habían desviado del camino por descuido.
Aun así el episodio pudo haber terminado en tragedia, pues las comunidades
aisladas son capaces de cualquier cosa con tal de rechazar a los intrusos.
Quizás uno de los casos más recordados es el de los cinco misioneros
estadounidenses que intentaron evangelizar a la tribu Huaorani y fueron
asesinados en un paraje de las selvas ecuatorianas, en 1956. Al principio, en
un gesto amistoso, los religiosos les lanzaron ollas, ropa y machetes desde una
avioneta y luego acamparon cerca de ellos. Todo parecía ir bien hasta que al
segundo día de la operación los indígenas los atacaron brutalmente. "Eso
no significa que sean violentos por naturaleza, sino que hacen lo que sea
preciso para defender lo suyo", aclara Wallace.
Casi siempre los nativos se ocultan en la espesura de la selva como un acto de
resistencia; es decir, son conscientes del mundo exterior, pero no quieren
salir porque conocen las secuelas nefastas que dejó la colonización hace 500 años.
Para encender las alarmas sobre la vulnerabilidad de estos pueblos, Survival
International ha tratado de poner el tema en la agenda de los medios al
publicar material que demuestra que efectivamente existen. De hecho, hace
apenas un año revelaron unas fotos de indígenas aislados de Brasil, cerca de la
frontera con Perú. Y en 2008 también dieron a conocer unas imágenes tomadas por
la Funai (la agencia para asuntos indígenas de ese país) durante un sobrevuelo
en esa región.
Aunque Survival tiene datos inexactos de las poblaciones aisladas en Colombia
(solo hay un caso confirmado), Roberto Franco, investigador de la ACT (Amazon
Conservation Team o Equipo para la Conservación de la Amazonía), estima que
podrían haber 14. "Durante los dos últimos años recogimos evidencia de
tradición oral de indígenas vecinos. También, documentación escrita de
geógrafos, historiadores y viajeros que hace siglos recorrieron el Amazonas
colombiano y dejaron indicios de grupos que se perdieron y que pueden estar
escondidos en la selva", asegura Franco, quien publicará dentro de un mes
un libro sobre una comunidad indígena aislada que vive en el Parque Nacional
Río Puré.
La mayoría de expertos coincide en que este tipo de iniciativas son necesarias
para documentar la existencia de estos pueblos, que en el mejor de los casos
deben decidir por su cuenta si quieren entrar en contacto con la civilización.
"Saben dónde vivimos y nuestro objetivo no es confinarlos a la selva como
si fuera una jaula -explica Rebecca Stenham-. Pero la experiencia nos ha
demostrado que tienen buenas razones para seguir aislados, pues conocen las
historias de sus ancestros
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