3 años del Acuerdo de Paz con las FARC-EP: esperanza en movimiento, cambios generacionales y riesgos de volver a la guerra.

Por: Achiote*

Finalmente el 24 de noviembre de 2016 se firmó el Acuerdo Final de Paz entre el Estado Colombiano y las FARC-EP. En un evento sobrio en el teatro Colón de Bogotá y sin la apoteósica fiesta que se vivió en Cartagena una semana antes de la pérdida del plebiscito, se escuchó al unísono un grito de “sí se pudo” por parte de víctimas de la guerra, la comunidad internacional y las partes en la mesa.

La pérdida del plebiscito va a ser el hecho político que ha polarizado su implementación especialmente por las voces del Centro Democrático, que ha abanderado su victoria en las elecciones presidenciales del 2018 y su importante bancada en el congreso en la legitimidad de 50.5% que votó NO al acuerdo de paz de la Habana.

Como lo reconoció hace unos días Juan Carlos Vélez, el director de campaña del comité del NO, se buscó que “la gente saliera verraca a votar”, las fakenews y el fracaso de las encuestas fueron protagonistas, así como el miedo, la falta de pedagogía de lo acordado y un bajo nivel de popularidad de Santos, por su política económica y social, finalmente derrotaron la apuesta por el plebiscito por la paz.

En tres años de la firma del acuerdo, son muchos los balances posibles. Desde lo simbólico y el cambio en la perspectiva electoral, las elecciones presidenciales del 2018 volvieron a tener como protagonista el acuerdo de paz.

En esta elección con el senador Gustavo Petro se dio una votación histórica para un candidato de coalición alternativa y de izquierda que fue superada por la fuerza electoral de Iván Duque quien aglutinó a los partidos y la clase política tradicional y del movimiento cristiano con el aval dominante del Centro Democrático y el liderazgo del expresidente Álvaro Uribe.

Aún más significativo que esta elección fueron los casi 12 millones de votos de la consulta anticorrupción (a semanas de la posesión de Duque), que si bien no alcanzó el umbral demostró un cambio de agenda política que permitió el acuerdo tras superar la narrativa de la guerra.

Que hoy Claudia Lopez, vocera de la consulta, sea alcaldesa de Bogotá, así como el triunfo de sectores no tradicionales en las principales alcaldías y varias gobernaciones del país demuestran los cambios de prioridades de las agendas políticas de las mayorías electorales del país, e incluso de los medios generadores de opinión.

Así como el partido de gobierno perdió en estas elecciones el poder regional, perdieron los partidos tradicionales y líderes importantes de los mismos

quienes se presentaron como independientes, otro elemento importante de cambio.

De los 6 puntos de acuerdo, los más lentos en su implementación han sido la Reforma Rural Integral y de la Solución al Problema de Drogas Ilícitas. No puede desconocerse la importancia de apuestas como los Planes de Desarrollo con Enfoque Territorial, PDET, que puso a soñar y participar más de doscientas mil víctimas de la guerra en 170 municipios priorizados para la implementación del acuerdo.

Por su parte, hay que reconocer la importancia que más de cien mil familias se hayan comprometido con el PNIS Plan Nacional Integral de Sustitución de cultivos de uso ilícito, y haya erradicado de manera voluntaria cerca de 40 mil hectáreas de coca, bajo la premisa de una apuesta integral de política social, económica y de acceso a oportunidades de las familias cocaleras.

Que con Santos y Duque en tres años, no se haya respondido a esas expectativas y que la asistencia técnica no haya llegado a los territorios ha generado una crisis de legitimidad y de confianza en el programa por todas las partes. Este punto es fundamental y ¡hay que seguir insistiendo!

El punto de Participación Política, generó posibilidades como las del estatuto de la oposición que ha dado nuevos elementos para la democracia colombiana y la fortalecen. Que desde las elecciones de 2018, las segundas votaciones en las contiendas hayan accedido a sillas en el congreso de la república y en los consejos y asambleas municipales, generan equilibrios en agenda política. Así mismo se han recibido con interés las réplicas de los partidos de oposición a las alocuciones presidenciales que ha permitido proceso de unidad de bancadas que es un elemento clave para la construcción de la democracia representativa.

Del punto de Fin del Conflicto, surge el partido Fuerza Revolucionaria Alternativa del Común. Con 10 sillas de la ex guerrilla en el Congreso de la República se han dado claros escenarios del cambio de las armas a la política. Esto no es nuevo en la historia del país y ex m de insurgencias como la del M19 han sido protagonistas en la historia reciente de la democracia colombiana.

Sin embargo, que ex integrantes de las FARC-EP estén en el congreso y tengan un partido político ha generado posibilidades para que más de diez mil combatientes y más de diez mil armas que fueron parte de la guerra, salieran del conflicto.

Así mismo que recientemente el presidente Iván Duque haya declarado a 391 municipios libres de minas antipersonales derivadas de este punto del acuerdo, es un logro evidente para la seguridad y visión de futuro de miles de colombianos del mundo rural que ha sido afectado por esta tragedia.

Ha avanzado el país con el punto referente al Sistema de Verdad, Justicia, Reparación y Garantías de no Repetición. Trabajo como el de la Comisión de la Verdad han generado escenarios para el encuentro entre víctimas y

victimarios, e ir a las historias de las violencias y los dolores de la guerra con perspectiva reparadora.

Pese a las críticas a la Justicia Especial para la Paz (JEP), entidad en la cual cada vez más actores, no solo los militares, sino del sector privado y de procesos no cerrados como el de la historia del paramilitarismo en el país, se sumen a su amparo es un hecho político novedoso en la historia de los procesos de paz en el país que avanzan hacia una justicia restaurativa basada en la verdad.

Que esté en marcha una Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas es una esperanza para las víctimas del conflicto armado que siguen esperando respuesta sobre sus seres queridos. La tarea de la reconciliación con acciones concretas para la construcción de paz sigue siendo el desafío generacional de una Colombia herida por la guerra, pero resiliente, alegre y convencida de la apuesta de paz.

Finalmente, en el punto referente a la Implementación y Verificación de lo acordado, hay que resaltar el apoyo al unísono de la comunidad internacional con la agenda política de la implementación de lo acordado. El sistema integral de Naciones Unidas, incluyendo a la Misión del Consejo de Seguridad y de la MAPOEA están en los territorios acompañando los procesos de implementación en especial en lo referente a la reincorporación.

Las misiones diplomáticas y embajadas en el país se suman permanentemente a las iniciativas de paz e instan al Estado Colombiano a la implementación de lo acordado. Que haya instancias que le hacen seguimiento al enfoque de género y étnico de lo acordado ha permitido que políticas importantes para la construcción de paz como el Plan Marco de Implementación incluyan perspectivas étnico territoriales, de género y de mujer, familia y generación. Estas posibilidades de generar agenda política desde la participación de las organizaciones sociales y víctimas de la guerra para la construcción de paz son fundamentales para proyectar el futuro de Colombia.

A tres años de lo acordado, las movilizaciones, el paro y los cacerolazos que iniciaron este 21 de noviembre la agenda de paz sigue siendo protagonista. El rechazo a la muerte de los más de 600 líderes y lideresas sociales, de pueblos indígenas, afros y de campesinos comprometidos con la implementación resuena en las calles.

Las demandas por más y mejor empleo y condiciones de seguridad social en el país han sido escuchadas con más fuerza porque este país sigue derrotando la narrativa de la guerra. Estos cambios son impulsados especialmente por una generación joven crítica y propositiva que sueña a Colombia más allá de los señores de la guerra y condena sus acciones como hechos del pasado.

A tres años de firmado el Acuerdo de Paz, somos y sentimos un país diferente. Rodear la implementación de lo acordado es un punto de partida y un paso de gigante para el porvenir del país. Ahí como generación de paz seguiremos comprometidos, alegres, tercos y soñadores.

*Originalmente publicado en @TanqueAlCentro

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