Sección Ponencia presentada en Argentina en 2010. Documento completo (clic aquí)
“En resumen, el aparato educativo es un sistema para integrar, orientar y filtrar la juventud del país”.
IVON LEBOT
Si bien todas las sociedades asumen un sistema de transmisión y conservación del conocimiento, aquí nos referiremos a la academia en relación a su vínculo con las fuerzas productivas en la sociedad capitalista. Es preciso comprender que la educación, en tanto que es una expresión social, ha estado signada a lo largo de los tiempos por condicionantes históricos que nos permiten comprender a qué objetivos responde actualmente.
Aníbal Ponce, en su libro Educación y lucha de clases[1], argumenta que uno de los puntos culminantes del proceso social que fue transformando la educación, sucedió cuando en la sociedad primitiva - concepto abstraído del estudio de Luis E. Morgan en su libro cumbre[2]- a través de un largo transcurrir histórico y sujeta a una constante evolución, apareció la división de clases.
“Este concepto de la educación como una función espontánea de la sociedad mediante la cual la prole se asemeja a los adultos, exacto en la comunidad primitiva, dejó de serlo en cuanto la comunidad se fue transformando lentamente en una sociedad dividida en clases”[3]
La división de clases en la sociedad tuvo como detonantes dos factores, dependientes entre sí: el escaso rendimiento del trabajo humano en la comunidad primitiva, y el aumento de la producción. En el primer factor, se destaca la separación entre trabajo material y trabajo no material, hecho que llevó a la aparición de individuos -liberados del trabajo material[4]- y que condujo a que en la sociedad existiera la división de quienes piensan qué hacer y quienes lo hacen, todo esto en una sociedad en transformación.
El segundo factor estuvo determinado por la mejora en las técnicas –domesticación de animales y su aplicación a la agricultura como auxiliares del hombre[5]-. He aquí un hecho fundamental para la transformación gradual en una sociedad dividida en clases: la comunidad dejó de producir exclusivamente para su sustento y empezó a acumular un excedente de producción, que funcionalizó un intercambio más fluido entre comunidades. Ahora bien, en éste contexto, los prisioneros de guerra, fueron codiciados en tanto que se constituían como una fuerza de trabajo necesaria para aprovechar las mejoras sustanciales en las formas de producción. Una fuerza de trabajo esclava que devino en la lógica de la herencia y la propiedad privada –aún cuando la propiedad comunal sobre la tierra permanecía- y la aparición de la mansedumbre como respuesta a la relación dominante – dominado y la desigualdad como concepto reinante entre las relaciones sociales determinadas por las fuerzas productivas:
“En la sociedad primitiva, la colaboración entre los hombres se fundaba en la propiedad común y en los vínculos de sangre; en la sociedad que comenzó a dividirse en clases, la propiedad se hizo privada y los vínculos de sangre retrocedieron ante el nuevo vínculo que la esclavitud inauguró: el que engendra el poder del hombre sobre el hombre”[6]
El conocimiento inserto en esta nueva configuración de la sociedad, pasa a ser un objeto de poder y empieza también a evidenciar las desigualdades entre miembros de la comunidad, algunos de ellos centinelas de un patrimonio cultural que anteriormente era el símbolo y esencia de una cultura.
A su vez, la mujer, quedó relegada al plano de las labores domésticas –que se convirtieron en trabajo no reconocido socialmente- y su educación quedó truncada por la segregación del trabajo productivo. Esta transformación fue operada por la sustitución del matriarcado –en el que la propiedad era comunal- por el patriarcado, que permitía la conservación de bienes dentro de una sola familia[7].
En este contexto histórico, donde las relaciones materiales de intercambio definen las relaciones sociales del ser humano, se observan especificidades en cada modelo de educación, de acuerdo al momento histórico del desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad, pero siempre sujetas al contexto de una división de clases. Se puede apreciar cómo la división de clases lenta pero certeramente, definió las formas de aprendizaje y enseñanza, los fines y los medios, y que a través de su desarrollo, puede contar la transformación de nuestra sociedad.
Es importante señalar, a su vez, que hasta éste momento se ha hablado de los principales condicionantes que conforman el desarrollo del actual aparato educativo formal. Sin embargo, existen otras formas de educación, vinculadas con los saberes ancestrales y las formas tradicionales, en sociedades que no están divididas categóricamente por clases, tal como se presenta en algunas comunidades indígenas y negras (concentradas sobre todo en lo que se denomina el Tercer Mundo). Son estas formas expresiones de una conciencia grupal que invita a pensar en que el conocimiento adquirido estaba destinado a servir a los intereses de la comunidad, lejos de estar permeado por las lógicas individualistas que hoy nos dominan y que, a su vez, han encontrado resistencias y en las prácticas, alternativas.
[2] MORGAN, Luis E, La sociedad primitiva. Investigación de las líneas del progreso humano desde el salvajismo hasta la civilización a través de la barbarie, Buenos Aires, Lautaro, 1946
[3] PONCE, Aníbal: Educación y lucha de clases, Tegucigalpa, Baktun, 1988, pp. 13-14.
[4] Ibid., p. 14.
[5] Ibid., p. 15.
[6] Ibid., p. 16.
[7] Ibid., p. 19
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